Madre Teresa de Calcuta
Del libro: Madre de la
Caridad de LUSH GJERGJI ed. VELAR
Cada hombre nace de una
familia, que puede ser buena, ejemplar, mediocre, o bien mala; sin ninguna
excepción, la familia tiene seguramente un peso, una importancia tantas veces
decisivas para toda la vida, aunque frecuentemente no tenemos conocimiento.
Cada uno de nosotros tiene casi impreso en el corazón la imagen del padre, de
la madre, de los hermanos... Un peso significativo tiene también el ambiente
sociocultural, religioso, educativo, intelectual, profesional, que dan una
huella particular a cada individuo. Por todos estos motivos es importante
conocer el ambiente familiar y socio-cultural en el cual creció Ganxhe
Bojaxhiu.
¿Y bien quién es Ganxhe
Bojaxhiu? Es el nombre de bautizo y el apellido de Madre Teresa de Calcuta. La
familia Bojaxhiu, de fe católica, era una gran familia de comerciantes y sus
negocios llegaban hasta Misir en Egipto. Una minoría queda a Prizren y en otras
varias localidades, como por ejemplo a Skopje. Aunque así dispersos en varias
regiones, estaban siempre unidos y continuaban las diferentes tradiciones familiares
religiosas y culturales. ¿Cómo es que esta grande e importante familia se
dispersen en tantas partes? Se cree haya sido por motivos de negocios, pero
también por epidemias o bien a causa de la persecución de los Turcos. Según los
testimonios, de hecho, los Turcos una tarde, reunieron todos los jefes de las
familias católicas para una cena, y en aquella ocasión los mataron en la manera
más cruel, según sus tradiciones en aquel período.
La familia de madre Teresa
estaba compuesta de Kolë el padre, Drane la madre, Lazër el hijo hombre vivió y
murió a Palermo en mayo 1981, Age la hermana mayor y Ganxhe la más joven.
He aquí como describe Lazër
su padre:
“Kolë, mi padre, era un
comerciante muy conocido. Inicialmente trabajaba y colaboraba con el doctor
Sueskalovic que en aquel tiempo era uno de los médicos más reconocidos a Skopje
y le estimaba mucho. Probablemente por este motivo muchos autores han escrito
que mi padre era farmaceuta y especiero, en cuanto trabajaba con un médico y
vendía medicinales. Pero era un comerciante y un buen emprendedor. Junto con un
amigo era titular de una empresa edil muy fuerte a Skopje. Alcanza a poseer
varias casas, villas, en una de las cuales habitábamos nosotros. Hasta que
murió, hicimos una agradable y serena. Era un hombre muy sociable, por lo que
nuestra casa siempre estaba abierta a todos... Más tarde conoce un comerciante
italiano, un cierto señor Morten, probablemente veneciano, muy rico, que se
ocupaba de varias mercancías: alimenticias, aceite, azúcar, tejidos, pieles, en
fin aquellos que venían llamados “productos coloniales”.
Papá se asoció con él, y
comenzó a viajar mucho, recorriendo, por así decir, toda Europa. Cuando
regresaba nos quería a todos alrededor de él y nos contaba para bien todo
cuanto había visto, hecho y proyectado. Nos traía también muchas cosas, pero
sobretodo era divertido y hermoso escucharlo cuando narraba sus aventuras de
viaje. Hablaba seguido y bien con Age, mi hermana mayor, mientras Drane, mi
madre, hablaba conmigo y Ganxhe.
Papá era un hombre severo,
y pretendía mucho de nosotros. Recuerdo que cuando regresaba a casa por la
tarde me despertaba para preguntarme si me había portado bien durante el día,
me interrogaba sobre la tabla pitagórica y sobre los demás compromisos escolares,
y siempre repetía: “No se olviden de que son hijos”.
Recuerdo con alegría la
generosidad de mi papá. Donaba a todos dinero y alimento, sin hacerlo notar ni
vanagloriarse. En ocasiones me enviaba para llevar el dinero, vestidos,
alimento y otras ayudas a los pobres de
nuestra ciudad... Decía siempre: “Ustedes deben ser generosos con todos,
porque Dios ha sido, y es generoso con nosotros, nos ha dado tanto, todo, por
lo cual hagan el bien a todos...” Venía a menudo a casa una viejita de ochenta
años que se llamaba Markoni, bebía café, aguardiente y comía con nosotros al
mediodía o en la cena. Mi padre se decía: “¡Recíbanla bien y con amor, porque
es pobre y abandonada, no tiene a nadie!”.
Aunque Madre Teresa
recordaba a su padre con tanto gusto y con tantos recuerdos vivos, muy
significativos, he aquí un detalle comentado de Madre Teresa: “Papá Kolë me
decía así: ¡Hija mía, no tomes ni aceptes nunca un bocado si no esta dividido
con los demás!”. O bien: “El egoísmo es una enfermedad espiritual que te hace
esclavo y no te permite vivir o servir a los demás”.
La casa Bojaxhiu no era
rica solamente materialmente, mas bien espiritualmente, abierta a todos
especialmente a los pobres y necesitados. Muchos ciudadanos de Skopje han
experimentado la generosidad de esta casa, de tal manera que hoy existe el
dicho, in ciertas zonas de Albania: “eres generoso como la familia Bojaxhiu”.
Este clima familiar ha
encontrado terreno fértil en el corazón de la joven Ganxhe Bojaxhiu. Ella
conservaba y cuidaba en el corazón todo aquello que veía, sentía, vivía en su
propia casa. Estas experiencias desembocaban en la vida y en las obras de Madre
Teresa.
Lazër cuenta todavía: “Mi
papá Kolë seguido me daba dinero, o alimento o vestidos, y me decía: “Ve de
aquella familia, no te hagas notar, si encuentras la puerta o la ventana
abierta, deja nuestra ayuda y rápido escapa”. Yo lo hice tantas veces este
trabajo, así como también Age y Ganxhe. Mi padre quería ayudar, pero no hacerse
notar; tenía bien claro el pasaje evangélico: “Cuando hagas una limosna, que no
sepa tu mano izquierda aquello que hace tu mano derecha, a fin de que tu
limosna quede en secreto; itu padre, que ve lo secreto, te dará la recompensa!”
(Mt 6,3).
Por todas estas
circunstancias, y por otras muchas, la familia de Kolë Bojaxhiu era conocida y
estimada por todos. Particularmente Kolë era un hombre de prestigio por la
ciudad de Skopje. Tenía tantos buenos proyectos, muchas ideas de progreso:
ayudaba y sostenía la escuela parroquial, la enseñanza, la cultura. En aquella
época casi nadie enviaba a sus hijos a la escuela, especialmente a las mujeres,
bajo el influjo negativo de la concepción islámica, que consideraba la mujer
inferior al hombre. Y bien, Kolë Bojaxhiu aunque en esto tenía ideas claras,
cristianas, avanzadas, no se dejó influenciar del ambiente tradicional, no hizo
estudiar solo a Lazër, también a Age y Ganxhe, para dar ejemplo a los demás. Se
ocupaba activamente también de la política y luchaba por la justa causa de la
liberación contra los Turcos. Era consejero municipal de la ciudad de Skopje y
de hecho la política le costó la vida. Un día fue a Belgrado por una reunión
importante, con otros consejeros. Con él estaba también Toma Baldini,
secretario del consulado italiano de la ciudad. Fue envenenado. Cuando regresó
estaba muy malo. Las últimas palabras que dijo a su mujer Drane, fueron estas:
“No te preocupes, todo irá bien. Todo esta en las manos de Dios... Drane, te
ruego de cuidar a nuestros hijos... Desde ahora son tuyos... y de Dios”.
Llegó la tarde alrededor de
las ocho y media. Lo llevaron rápido al hospital. La mañana siguiente, como
testimonió el doctor Seueskalovic, pero ninguno se atrevía decirlo. Era un
otoño del 1918. La gente susurraba, lloraba porque sentía que había perdido al
padre de los pobres. Con la muerte de Kolë la relación con Mortem se
interrumpió y la actividad comercial fue poco a poco acabándose forzando a la
familia Bojaxhiu a un lento y progresivo decline económico. Con el terremoto
catastrófico de 1964 fueron canceladas todas las huellas de la familia
Bojaxhiu, la casa quedó fuertemente dañada y hoy en su lugar ha sido edificado
con administración japonesa un gran supermercado. Aunque el cementerio quedó
dañado y los restos de Kolë y de todos los difuntos fueron recogidos en una
tumba común. Un hombre grande, generoso, patriota, constructor, pero sobretodo
el gran padre de la gran Madre Teresa de Calcuta, no tiene ni siquiera un
sepulcro, un escrito, un recuerdo, un monumento...
Drane es la madre de
Ganxhe, nacida a Novorile, cercano a Gjakova (Kossovo), en una familia noble y
de bienestar. A la edad cerca de veinte años se casó con Kolë Bojaxhiu, en el
modo más tradicional; por el conocimiento y la relación entre las dos familias
y no por amor. Fue un matrimonio feliz, armonioso, que creó una familia
ejemplar en todos los sentidos. Lazër me confió este particular: “Nunca he
visto ni oído litigar a mis padres. Estaban siempre dispuestos a hablar,
discutir, estar cercanos a nosotros y con nosotros. Mamá Drane vivía toda por
nosotros hijos, se ocupaba de llevar nuestra familia, mientras papá Kolë tenía
tantos empeños fuera de casa, tantas responsabilidades, pero tenía al mismo
tiempo total confianza hacia mamá y hacia sus hijos...”.
Aunque Madre Teresa tiene a
decir: “Yo no podré olvidar a mi madre. Usualmente estaba muy ocupada durante
el día, pero cuando acercaba la tarde, tenia el habito de apresurarse en sus
labores, para estar lista para recibir
a mi padre. Entonces no entendíamos y solo reíamos y bromear un poco con esto.
Hoy no puedo hacer menos de recordar la gran delicadeza que tenía por él:
cualquier cosa que sucediera, ella estaba lista a acogerlo col la sonrisa en
los labios...”
Improvisamente después de
la muerte del marido Kolë muchas cosas debieron cambiar. Entonces debía
trabajar, educar, sacar adelante sola el peso de la familia. De buena
cristiana, no encontró otro camino si no que abandonarse totalmente en las
manos de Dios, buscando de estar cercana a los hijos para hacerlos crecer sanos
y serenos, aunque en condiciones muy difíciles. Tenía que trabajar día y noche,
cosía vestidos de novia y para varias fiestas nacionales, religiosas y
familiares.
Lazër la recuerda así: “Mi
madre era una mujer fuerte, verdaderamente indestructible, y al mismo tiempo
afable, generosa y piadosa hacia los pobres. Era muy religiosa. Creo que Ganxhe
asemeja mucho a nuestra madre: En ella descubro siempre de las características,
de las cosas en común de ambas. Sabía tener el orden en casa y nos educaba
bien, con pocas palabras, pero con muchas acciones y ejemplos. No permitía que
nos faltase nada. Recuerdo en modo particular de su fe. Cada tarde rezábamos
juntos. Durante el mes de mayo íbamos a la iglesia para el rosario y la
bendición”.
Lazër recuerda todavía:
“Cada año nuestra madre nos llevaba a Letnica. Ganxhe y Age salían un mes
antes, a veces con más tiempo. Ganxhe era enfermiza. Sufría de tos ferina y
fiebre palustre. A Letnica curé completamente. Mi
mamá tenía mucho cuidado de nosotros. Se decía siempre: Yo les daré todo,
pidan, tomen, pero yo también pretenderé de ustedes que sean buenas y den
ejemplo para todos”.
Aunque si ya no eran tan
ricos como antes de la muerte de Kolë, la tradicional atención para con los
pobres, huérfanos, necesitados continuaba en la familia Bojaxhiu. He aquí el
testimonio directo de Madre Teresa: “Muchos pobres de Skopje y alrededores
conocían nuestra puerta. Nunca ninguno regresaba con las manos vacías. Cada día
teníamos alguno a la mesa para la comida. Las primeras veces preguntaba a mi
madre: ¿Quiénes son éstos? Ella me respondía: algunos son nuestros parientes,
otros son de cualquier modo gente de nosotros. Cuando crecí, intuí que aquellos
eran pobres, gente sin nadie que mi madre alimentaba”.
Lazër al contrario me contó
algunos particulares conmovedores y piadosos: “Lor Gézuri tenía abandonada a su
vieja madre, ahora de setenta años, y nuestra madre iba con ella por lo menos
una vez a la semana para llevarle de comer y arreglarle la casa, y algunas
ocasiones Ganxhe la acompañaba. Tengo presente todavía una cierta File, una
alcoholizada, una mujer verdaderamente enferma. Estaba llena de llagas. Mi mamá
le lavaba y le medicaba dos veces al día. La alimentaba y cuidaba de ella como
una niña. Otro ejemplo: Había una viuda con seis hijos, de salud enfermiza, que
trabajaba día y noche. Nuestra madre se ocupaba también de ella. Cuando no
tenía tiempo de ir personalmente, mandaba Ganxhe. Cuando murió, los hijos
crecieron con nosotros, como si fueran nuestros hermanos y hermanas”.
Drane tenía un gran fe:
hacía cosas porque creía de dar y hacer
a Dios aquello que daba o hacía al prójimo. Deseaba que también sus hijos
fueran educados en la misma fe, y por eso de vez en cuando los llevaba con ella
para asistir varios enfermos, pobre, abandonados, sufriente, para que se dieran
cuenta personalmente del sufrimiento humano, e hicieron también ellos alguna
cosa para consolar o disminuir el dolor de los demás. Después de haber visitado
y ayudado a alguno, o bien en la tarde, cuando nos contaba un poco de la
jornada, y sobretodo estábamos juntos y se rezaba, ella seguido repetía como un
principio fundamental de la vida y del trabajo esta frase: “Cuando hagan el
bien, háganlo como si arrojasen una piedra en el fondo del mar”.
Madre Teresa hablaba con
tanto temor y con orgullo de cuando dijo por primera vez a su madre de querer
ser religiosa: “Cuando manifesté el deseo de donar a Dios mi pureza, mi madre
estaba contraria, pero al final dijo: Esta bien, hija mía, ve pero debes estar
atenta de ser solamente de Dios y de Cristo”.
No solo Dios sino también
ella me habrían condenado si no hubiera
seguido dignamente mi vocación. Un día me preguntará: “¿Hija mía, viviste
solamente para Dios?”. “Mi madre al inicio estaba en contra de mi vocación de
ser misionera, aunque si fuera santa. No quería perderme. Todos a casa habíamos
orado juntos. Un día me dijo: Te daré el permiso de irte al convento; ¿y qué
hizo? Se encerró en una habitación y por todo el día no quiso ver a ninguno.
Cuando salí de mi casa natal para ir a las misiones ella me dijo: Pon tu mano
sobre la mano de Jesús y mira adelante. Ve directamente a él. No veas nunca
para atrás. Siempre adelante”.
En
la concepción albanesa, bajo la influencia turco islámica, el hombre esta por encima
de un escalón sobre la mujer. En la familia la mujer es solo una bolsa (sabe,
la rana) para llevar el hijo que le ha dado Dios. Un matrimonio solo con palabras femeninas es considerado infeliz,
o peor todavía, una desgracia. Según el Corán, además el padre tiene poder
absoluto sobre la hija hembra, aunque en materia de matrimonio. Después de la
autoridad del padre, con el matrimonio la hija pasa bajo el poder del marido,
el cual a placer puede echarla, castigarla, etc.
Cuando nace Ganxhe
Bojaxhiu, siendo todavía el dominio turco, la familia aceptó con tanto amor y gratitud, como un don de
Dios, aunque si los padres probablemente esperaban en otro un hijo varón, según
la costumbre y tradición popular del tiempo. Pero cuando fue bautizada toda la
familia estuvo reunida en fiesta alrededor de la pequeña Ganxhe. Sobretodo
estaban presente tantos pobres para festejarla y agradecerle a la familia por
tantos beneficios. Ganxhe era una niña débil de salud, así que la madre estaba
preocupada. Cuando la pequeña cumplió siete años frecuentó la escuela católica
de la parroquia del Sagrado Corazón. En la iglesia parroquial recibió la
primera comunión y la confirmación. Era muy inteligente, obediente y era la
alegría de toda la familia.
El hermano Lazër la
recuerda así: “Era una muchacha normal, quizá un poco retraída e introvertida.
Tenía muchas amigas. Estaba siempre junto con las demás, aunque también ellas
venían seguido donde ella. Desde la escuela elemental se dejo ver su talento
por el estudio. Era la primera del salón, siempre atenta para ayudar a los
demás. Recuerdo que tenía una amiga íntima, la hija del doctor Miljkovic. De
muchacha tenía una inclinación por la poesía, que escribía y que leía a las compañeras. Con ellas era
muy abierta, mientras con los hombres era tímida. En fin era muy sociable, y no
cuidaba la religión, la lengua o la nacionalidad.
Nunca la oí decir no a los
papás. La mamá me decía frecuentemente: ¡“Has como si Ganxhe no fuese más
pequeña que tú!”. Mamá quería siempre orden y disciplina de nosotros. Cada
tarde por turno, debíamos limpiar los zapatos; Age yo y Ganxhe. Muchas veces le
pedía: Ganxhe, hazlo tú, vamos...; Porque para mí que soy un varón era casi una
vergüenza hacer ciertos trabajos, me gustaba hacer “el señor”; y ella respondía:
¡“Está bien, hermanito, lo haré!” Si hacia travesuras, y ella lo descubría, no
hacía nunca la espía. En cuanto yo sé, creo que mamá sentía que Ganxhe tenía la
vocación religiosa. Recuerdo que decía que no habría de gozar por mucho de la
compañía de Ganxhe por dos motivos: su salud enfermiza, o bien su donación a
Dios. Por esto quería mucho a Ganxhe, pero cuando Dios la llamó, ella la
ofreció con gusto”. De joven Ganxhe, mas que en la actividad de estudio, se
empeñaba en la comunidad parroquial; cantaba en el coro, recitaba en el teatro
de la ciudad, y en las varias manifestaciones de la parroquia; bailaba,
escribía muchas poesías, tocaba el mandolín etc. La parroquia para ella, como
también para toda la familia Bojaxhiu, fue la segunda familia.
Ayudaba siempre al párroco
en el catecismo. Se demostraba indispensable sobretodo cuando traducía en
albanés del Serbo-Croata; los muchachos, de hecho, no conocían esta lengua.
Junto a la hermana Age, cantaba en el coro parroquial. He aquí un testimonio directo del hermano Lazër:
“Era domingo. Ganxhe y Age se preparaban para ir a la misa, en la iglesia. Me
invitaron a ir con ellas en el coro. Aquél día entre las dos debían cantar como
solistas: Age segunda voz y Ganxhe soprano. En aquella ocasión las oí por
primera vez cantar juntas, en un dúo. Cantaron maravillosamente, tanto que los
fieles y los religiosos las proclamaron, con amor y simpatía, los dos
ruiseñores de la iglesia.
Otro testimonio de la
músico Lorenc Antoni: “Ganxhe cantaba
perfecto y junto a Age cantaron mi primera composición, escrita cuando era
todavía al liceo. Se titulaba “sobre la colina cercana al lago”. Fue ejecutada
para los pobres, en marzo de 1928. Ganxhe era puntual para las pruebas, llegaba
regularmente en anticipo y era siempre alegre. Participaba siempre a las
manifestaciones de las organizaciones de la juventud católica: muchas veces
recitaba, cantaba, tocaba, presentaba y hacía otras cosas todavía. Fui yo el
que la enseñó a tocar el mandolín: aprendió rápido y bien. Era una persona entorno
a la cual todos se reunían con gusto, sobretodo las muchachas. Nació para
organizar. Junto con el padre Jambrekovic era nuestra inspiradora y
organizadora”.
Ganxhe creció en el patio
de la iglesia que, entre otra cosa, estaba a dos pasos de casa. Ganxhe y la
madre estaban siempre empeñadas en varias actividades al punto que Lazër les
hacía notar ser más en la iglesia que en la casa.
Otro testimonio de Lazër:
“Cuando me fui de la casa, Ganxhe había pasado ya los trece años. Se había
apasionado del trabajo de los misioneros. Cuando venían de lugares lejanos, los
buscaba y les escuchaba con mucho gusto. Una vez uno de ellos dijo: Cada hombre
tiene su camino y debe seguirlo. Estas palabras tocaron lo profundo del corazón
joven de mi hermana. El jesuita que había
sustituido al sacerdote albanés abrió un día en la iglesia un mapa donde estaba
señalada la posición de todas las misiones. Recuerdo que también esto impactó
mucho a Ganxhe, porque vino a contármelo inmediatamente y me dijo: “Hermano
mío, si tu supieras como y donde trabajan nuestros misioneros..., que vida
hacen y como tendrían tanta necesidad de ayuda”. Todos se maravillaron después de su conocimiento de la
localización exacta y de la actividad
desarrollada, en todos los particulares por cada misionero”.
Lazër afirmó que Ganxhe
misma le confiaba: “Todavía era muy joven, tenía doce años, cuando en el
círculo familiar, por primera vez decidí pertenecer completamente a Dios. ¡Lo
pensé orando por seis años! En ocasiones me parecía que no tendría ninguna
vocación. Al final me convencí de ser llamada por Dios”.
En 1927, en el torbellino
de preocupaciones y dudas sobre esta vocación, decidí de hacer un retiro de
reflexión cerca de dos meses en el santuario de la virgen de Letnica. Lo mismo
hice después en el año siguiente; el resultado fue una convicción siempre mas
arraigada que su destino era aquel de ser “religiosa misionera”. La decisión en
sí era definitiva. La pregunta escrita hecha a las “Religiosas de Loreto” a
Dublín tuvo una respuesta positiva, por lo tanto estaba todo arreglado para la
partida.
El día de su partida esta
bien descrito y reportado sobre el diario de Lorenc Antoni: “... Mucha gente
vino a acompañarla: niños, jóvenes, casi toda la parroquia, pero también sus
compañeros de escuela. Los ojos de todos estaban dirigidos a ella, llenos de
interrogaciones y de preguntas inexpresadas: ¿que será de esta muchacha que va
a la India, tierra extranjera y así lejana? Me levanté rápido. Primero me
dirigí a la iglesia, y después a la estación. Compré tres boletos para
Zagabria, para Drane, Age y Ganxhe. Todos lloraban en al estación, también
ella, si bien poco antes había dicho que no lo habría hecho. Yo también por
poco y no lloraba, pensando que esta perdiendo un pariente y una buena amiga.
En el momento del saludo de despedida ella me apretó fuerte la mano. Yo le
respondí un poco fríamente, para ayudarla a superar el dolor del momento. El
tren partió. Todos nosotros saludábamos con los pañuelos desde el andén. No
dejó jamás de saludarnos, hasta que no la perdimos de vista. El sol la
iluminaba con sus rayos: parecía la luna, que poco a poco se desvanece en
claridad del día, Ganxhe llega a un punto cada vez más pequeño, siempre
saludando y desapareciendo todavía más. Y al fin desaparece por completo. No se
veía más, como una estrella delante al resplandor del sol...”.
Las etapas previstas del
viaje por la India eran: Skopje-Zagabria, Zagabria-Dublín, Dublín-Calcuta. En
Dublín estaban para atenderle las madres superiora y otras dos religiosas de la
orden d las “Religiosas de Loreto”, también ellas destinadas a Calcuta. Que se
detuvieron cerca de tres meses, para
aprender el inglés y conocer un poco de cerca la vida religiosa del monasterio.
Es aquí en donde le viene puesto el nuevo nombre, como era el estilo en aquella
orden, de: María Teresa del niño Jesús. Finalmente el día 1 de diciembre de
1928 Madre Teresa y las cohermanas a bordo de una embarcación partieron a su
vez a Calcuta. Fue un viaje largo y difícil que concluyó el 6 de enero de 1929
forzando por lo tanto la Navidad sobre la nave.
El encuentro con la
realidad hindú fue para ella impresionante; en una de sus cartas se puede
extraer estas imágenes: “...Por las calles, a lo largo de los muros rodeados, así
como en aquellas muchedumbres vivían tantísimas familias. Viven día y noche al
descubierto sobre un tapete que han fabricado con grandes hojas de palma, o, en
muchísimos casos, en la tierra desnuda. Casi todos están completamente
desnudos. Tienen pulseras finísimas en los brazos y en las piernas, y como una
especie de ornamentos en la nariz y en las orejas. En la frente llevan algunos
signos de sentido religioso. Pasando por una calle, encontramos una familia
reunida entorno a un pariente muerto, envuelto en rojos trapos arruinados, y
arriba esparcidas flores amarillas, y la cara pintada con rayas multicolores.
El cuadro era horrible. Si nuestra gente viese todo esto, ciertamente no se
lamentaría por los propios líos, pero agradecería a Dios que le ha gratificado
con tanta abundancia...”. Para el ojo abierto y el corazón sensible no escapa
nada o casi nada. Ahora el sueño se ha hecho realidad, una realidad demasiado
cruel y pobre de cuanto ella imaginase. Ya en la descripción del primer
encuentro con esta realidad de Calcuta, esta el brote de una grande Hermana
Teresa, de un gran corazón que observa todo, padece, sufre, ora y piensa: “¿Que
podré y deberé hacer yo en esta tierra de pobreza, de dolor y de sufrimiento?”.
Por el momento nada. Después de algunos días de reposo deberá abandonar también
Calcuta, buscar de olvidar los varios episodios dramáticos, y en silencio y en
la oración prepararse para la vocación religiosa. Era el tiempo del
postulantado que servía para verificar si las jóvenes fueran verdaderamente
idóneas, capaces de abrazar la vida religiosa del convento, en comunidad, para
la dedicación total a Dios y a la Iglesia mediante los votos religiosos. Tendrá
la ocasión de conocer más de cerca las actividades específicas dela
Congregación d las “Religiosas de Loreto”, que mayormente se dedican a la
medicina y a la escuela.
La joven María Teresa
comenzó el noviciado a Darjeeling el 23 de mayo de 1929. En aquella ocasión
escribe una carta a su casa para asegurar que estaba bien de salud y estaba muy
feliz. Durante el período del noviciado se dedicó totalmente y alegremente a la
vida interior, espiritual, buscando de prepararse bien para la futura misión
que le esperaba. Tenía tanto tiempo para la oración y para la meditación, para
la lectura que ella tanto había amado y buscado, deseado. Leía, se diría
devoraba, varios libros de espiritualidad, la vida de los Santos, y sobretodo
la Biblia. Todo aquello que leía, meditaba, después tomaba apuntes, escribía
varios pensamientos, inspiraciones, oraciones, poesías sobre la vida
consagrada, sobre la felicidad del amor puro, sobre el sacrificio etc.
En el segundo año de
noviciado tenía también la posibilidad de asistir y de ayudar a los pobres,
enfermos, junto con las demás hermanas, para practicar la caridad y el servicio
hacia los demás. La maestra y sus compañeras estaban demasiado contentas de Sor
Teresa. En la vida espiritual se empeñaba demasiado, en la vida comunitaria
siempre lista para ayudar a los demás, en la práctica de los votos puntual,
alegre y feliz: esta era la valoración de la Maestra del noviciado. Por eso fue
admitida a sus primeros votos, aquellos temporales.
La vida del noviciado es la
preparación para la misión religiosa, para la vida y la actividad misionera. El
entusiasmo, el amor, el gusto de hacer tantas cosas, de cambiar el mundo, que
es característico de los jóvenes, debía ahora verificarse en la realidad de la
vida y del trabajo cotidiano. Durante el noviciado se aprenden las cosas a
nivel diré, teórico, al interior de la comunidad. Después del noviciado es la
“aprobación” general, “la guía” hacia la vida, la práctica de la vocación, de
la fe, de los votos: para sor Teresa se diría “el vuelo” hacia el servicio del
prójimo. La joven hermana en el período del noviciado tenía acumulado en el
corazón y en el espíritu tantos deseos,
propósitos, proyectos buenos de sacrificarse y donarse...
El primer trabajo después
del noviciado fue aquel de enfermera: asistir y ayudar a los enfermos. Un
trabajo de este género le permanecía en el corazón, porque tenía ya una cierta
experiencia en casa, a Skopje, donde junto con su madre Drane había asistido
tantos enfermos y ancianos. Era en otras palabras la realización de su objetivo
y empeño. Después de un cierto período, he aquí la nueva tentación: la superiora
ha decidido diferente; se necesita que interrumpa el trabajo en el hospital; no
se sabe bien y exactamente por cual razón, si por motivos de salud, o alguna
otra circunstancia para nosotros desconocida. Sor Teresa aún disgustada
obedece, porque ha hecho los votos, y entre estos también aquel de la
obediencia. Por medio de los superiores viene indicada y concretizada la
voluntad de Dios; sor Teresa está convencida, y por eso obedece.
El sí dicho y prometido al
Señor mediante la Iglesia, viene ahora una vez más verificado y confirmado.
Dejado el hospital y reingresando en el convento a Calcuta, pensaba y oraba
siempre por los tantos enfermos que, más allá de los necesarios cuidados,
necesitaban de amor, paciencia, servicio y dignidad humana. Sor Teresa se
preguntaba y se interrogaba siempre
sobre el porqué de este cambio. Racionalmente nunca encontró explicación, pero
su fe le hacía ver también en esto la “voluntad de Dios”.
Fue orientada a la
enseñanza, y ella, que amaba mucho el estudio, aceptó con mucho gusto esta
misión. Viene empeñada en la escuela de Sta. María, que era una escuela muy
notoria y distinta en Calcuta para las muchachas pudientes y de las casas
ricas. En 1935 sor Teresa habla de otro empeño que le han confiado las
superioras, ella seguramente diría la Providencia: la escuela de Santa Teresa.
De este episodio escribe: “Me asumen ahora otra tarea,, la escuela de Santa
Teresa que se encuentra en Calcuta... El mismo día que me confían la escuela,
fui ahí para darme cuenta de la realidad. La escuela está bastante lejos de
nuestra casa, por eso cada día voy en carruaje hindú. Así llego más rápido de
mis pequeños fuliginosos...
Cuando estos mis muchachos
me vieron por primera vez, se vieron entre ellos, y se preguntaron si fuera un mal espíritu o una diosa. Para
ellos no hay mucho de por medio. Quien es bueno con ellos, viene adorado como
su divinidad, mientras temen quien con mala disposición como si fuese un
demonio, y se limitan respetarlo. Me arremangue rápido las mangas, cambié todo
del salón, tomé agua y cepillos y comencé a tallar los pisos. Esto maravilló
mucho. Se quedaron viéndome de lejos, porque no habían visto nunca una maestra
iniciar las clases con un trabajo similar, sobretodo porque en India la
limpieza viene hecha por las razas inferiores. Viéndome alegre y sonriente, las
muchachas comenzaron a ayudarme, mientras los muchachos llevaban mas agua. En
cabeza a dos horas, aquella estancia sucia se transformó, al menos en parte, en
una aula escolar, donde todo esta limpio. Era un salón que antiguamente servía
de capilla, y hoy dividido en cinco clases.
Cuando llegué yo eran 52
niños, mientras ahora son mas de trescientos. Enseño también en otra escuela,
donde son cerca de otros doscientos niños, pero esta más que otra escuela asemeja
a un establo. Y enseño también en otro lugar, una especie de corral. ¡Cuándo vi
donde los niños dormían y como se nutrían, se me apretó el corazón, porque es
imposible encontrar peor miseria! Y soy feliz. ¡Bendita la niñez! Cuando nos
conocimos, no cabían en la piel por el gusto.
Comenzaron a saltar y
cantar alrededor de mí hasta que no posee la mano sobre cada una de las cabezas
sucias. Desde aquel día me llaman “MA” que significa MADRE. ¡Qué poco se
necesita para hacer feliz las almas sencillas! Las mamás han empezado a traerme
sus hijos para bendecirlos. Al inicio estaba estupefacta de esta petición, pero
en las misiones se debe estar preparado a todo, aunque también de “bendecir...”
He aquí otra descripción de
los encuentros con la gente: “Cada domingo visito los pobres de los bajo de
Calcuta. No puedo ayudarlos, porque no tengo nada, pero voy para hacerlos
felices. La última vez al menos una veintena de niños esperaban a su “Ma” con
ansia. Cuando me vieron corrieron a mi encuentro, saltando todos sobre una
pierna sola. En aquel “pari”, así se llama
una manzana de casas, viven doce familias. Cada familia tiene solo un
cuarto, de dos metros de largo por uno y medio de ancho, las puertas son tan
estrechas que yo paso con dificultad y el techo es talmente bajo de no poder
estar erectos. Y pensar que para parecidos choza, esta pobre gente debe pagar
cuatro rupias. Y si no pagan regularmente vienen botados a la calle”.
Esta terminando el
noviciado y antes de hacer los votos perpetuos estaba previsto el período de
preparación en el silencio y en la oración. Fui retirada de la escuela y de
cualquier otra actividad con el disgusto de los niños que no querían perder su
“Ma” madre. Después de los votos perpetuos la hermana superiora la llamó y le
dijo: Regresarás a Calcuta para trabajar en la escuela de Sta, María; escuela
superior de nuestro instituto. Era la escuela donde enseñó por primera vez.
Cuando regresó a Calcuta las muchachas de la escuela le hicieron fiesta, por el
regreso en medio de ellas, así como por sus votos perpetuos. Aunque ella, como
siempre, buscó por dar todo de sí por la nueva función de profesora y de
directora de la escuela.
En aquel período fue
probada por una larga enfermedad de la cual muchos pensaban que nunca saldría.
Por el contrario sanó y retomo con la misma fuerza y empeño que antes. Sor
Teresa está en la escuela, pero no olvida la familia y sobretodo la mamá Drane.
Escribe una carta a Tirana con el siguiente mensaje: “Me aflige de no estar
junto a ti, pero sé feliz, mi querida mamá, porque tu pequeña Ganxhe esta
feliz... Nuestro centro es muy bello. Soy maestra y el trabajo me gusta.
También soy directora de toda la escuela y aquí todos me estiman...”
La madre le responde así:
“Mi querida hija, no olvides que fuiste enviada allí para los pobres. ¿Te
acuerda de nuestra Filja? Está llena de llagas, pero lo que más le atormenta es
saber que está sola en el mundo. Nosotros hacemos aquello que podemos para
ayudarla. En efecto lo peor no son solo las llagas, mas bien el hecho que fue
olvidada por los suyos...”.
Recibiendo la carta de la
madre Drane, sor Teresa esta contentísima, pero después de leyéndola cambio su cara... entonces las hermanas le
preguntaron: “¿Ha sucedido algo? No nada, todo está bien. La madre, el hermano,
la hermana, todos están bien, saludan a todas las hermanas y a la comunidad”.
Sor Teresa leía y releía aquella carta. Caminando por las calles de Calcuta
ella había visto y vivido el “espectáculo” de la miseria, que la hacía sufrir
tanto, pero ¡¿qué podía hacer de más, mejor...?! Todas estaban contentas por
ella, en una ocasión que hubo un conflicto interno en la escuela y en el
colegio, ella fue la única persona que supo con tanta sabiduría y amor para
resolverlo, con la satisfacción y el reconocimiento de todos. Aunque también
ella estaba contenta, feliz, porque en la vida religiosa descubría así misma,
tantas satisfacciones en la oración, en la meditación, en la observancia de las
reglas de la vida comunitaria, en el sacrificio, en todo.
Después de largas
reflexiones y oraciones, no tiene ninguna duda, Dios quería algo mas que ella
no entendía todavía. Más tarde lo dirá, refiriéndose a esta lucha de búsqueda
del camino del Señor: “Jamás he dudado sobre mi vocación religiosa. Sentía en
el profundo de mi corazón que Dios me
llamaba para otra vocación, vida, trabajo, pero no sabía ni entendía el porqué
y como”. Después de casi veinte años de vida y de actividad misionera en la
escuela, la voz interior cada vez más clara y exigente, casi una orden: ¡“TU
DEBES SALIR PARA SERVIR A LOS POBRES”!
Así dio inicio la aventura
de Madre Teresa. Desde hace muchísimos años había pedido, buscado de hacer
alguna cosa por esta gente. Pero enseñar, trabajar con las muchachas, visitar
sus familias, le parecía demasiado poco. Hizo un retiro espiritual de reflexión
del cual salió determinada a dar un cambio radical a su vida. A las religiosas
de Loreto dijo así.
“He decidido de abandonar
el convento para poder libremente servir los pobres entre los más pobres”.
Después de la decisión hizo también la pregunta escrita a la Superiora general
de la Orden de las “Religiosas de Loreto” en Irlanda, las cuales le
respondieron así: “Si el Señor la llama, con todo mi corazón le doy el permiso.
Pero no se olvide jamás que ella estará siempre en nuestro corazón... Si esta
es la voluntad de Dios... Pero sepa que siempre contará con nuestra amistad,
estima y amor de nuestra Congregación. Y sucediera que por cualquier motivo
usted quisiera regresar, nosotros la aceptaremos con mucho gusto, nuevamente
como nuestra hermana”.
La respuesta era más que
positiva, maternal, pero al final la Madre Superiora había añadido: “Por esto,
por lo tanto, tiene que dirigirse a Roma”. En referencia a esto viene implicado
el obispo el cual, a la idea que una
religiosa se moviese desvinculada de la propia congregación, dijo: ¡No! Las
dificultades fueron demasiadas: la situación política después de la
liberación de la India, el peligro de
comprometer una religiosa extranjera, la comunidad, la Iglesia Católica...
También Roma estaba absolutamente contraria a la fundación de órdenes
religiosas nuevas, particularmente aquellas femeniles y misioneras, porque ya
había bastantes.
Después de algún tiempo,
consultándose con el padre espiritual, Madre Teresa, y otras individuaron la
posible vía. “Exclaustración”. Hubiera
podido vivir y obrar fuera del convento, de la comunidad, pero
perteneciendo jurídicamente todavía a la Congregación, bajo la guía directa y
personal del obispo. No terminó aquí. Existe todavía otra dificultad: su
enfermedad. Por un año tuvo un cierto reposo forzado a Asansol por enfermedad:
un debilitamiento general, o quizá también la vieja enfermedad de la tos
ferina, o el inicio lento de la tuberculosis.
“Armada” del amor y de la
pobreza, con el sari y la cruz, ella estaba lista para ir-salir-partir.
Necesita cambiar todo, del vestido al alojamiento, del modo de vivir y
actuar... Para ayudar la gente necesita prepararse todavía mejor desde el punto
de vista profesional. Para esto propiamente fue a Patna, donde estaban las hermanas
americanas, que la acogieron con mucha cordialidad, para un curso de enfermera.
Vestida con un sari sencillo, como todas las pobres mujeres de Bengala, con una
pequeña cruz sobre la espalda, signo distintivo que estaba “armada” del amor de
Cristo para los pobres entre los más pobres.
Allá encontró a la
Superiora Dengel, una hermana buena y muy prudente, que le dio mucho buenos
consejos y sugerencias prácticas para la vida y el trabajo que le esperaba.
Todo inicio es difícil, así fue también esta vez con Madre Teresa.
Regresó a Calcuta antes de
la Navidad de 1948. ¿Qué hacer, por donde comenzar? Llevar el amor de Dios a la
gente miserable, visitarlos, gritar a todo el mundo que Dios ama a todos los
hombres, especialmente a aquellos que sufren. Y así comenzaron los primeros
pasos de la nueva vida: visitar a la gente, darles una sonrisa, un apretón de
manos, un consejo, una medicina, darse así misma..., llevar a Dios en su vida.
Todos estaban un poco
asombrados y sorprendidos al verla vestida así con el sencillo sari, y con
trabajo la reconocían aún las muchachas de la escuela que ella había educado
hace ya veinte años, sus amigas, las familias que ella conocía y frecuentaba...
La separación de la comunidad fue muy dolorosa. Ella misma lo admite y dice así:
“Para mí era más difícil dejar el convento y la comunidad de las “Religiosas de
Loreto” que la propia familia, la patria e ir a las misiones... Allí estaba
plenamente contenta, feliz, pero no podía obedecer a la voz de Dios, al
“llamado dentro del llamado””.
De día en cierto modo era
fácil recorrer, visitar la gente, aunque si como religiosa blanca la miraban
con un poco de sospecha y desconfianza. Cuando regresaba por la tarde, cansada
a muerte, se encontraba por la calle, como tanta gente nacida, vive y muere a
la intemperie, sin nunca tener un techo, una morada, un refugio, un pedazo de
pan, un vaso de agua, un mínimo de
certidumbre en la vida. Las viviendas más abandonadas eran un espectáculo del
sufrimiento humano, que después era tan deshumano ver a la gente tirada por la
calle abandonada, en fin de vida, en las manos tan crueles del “destino” que
les devoraba y les llevaba al infierno de la miseria. Y la gente pasaba, iba
adelante y atrás, hacía su propia vida, como si no viese todo esto, no estuvieran
interesados, tocantes de esta cruel realidad, no tuviesen el mínimo deseo de
“mezclarse” en su vida.
Viendo y viviendo las
enormes dificultades de la gente, y las mínimas posibilidades para ayudarlos
(tenía cinco rupias en la bolsa estas se las dio a un mendigo), ella se dirige
a Dios y dice esta oración: ¡“Ho Dios, Tu eres todo para mí. Usame cuando
quieras... Si no puedo ayudar a esta gente en su indigencia y desgracia, haz al
menos que yo muera con ellos y cercana a ellos, para que pueda así dar testimonio
de tu amor!...”.
Le viene otra tentación,
aquella “de la comodidad” del convento, de la habitación, de la seguridad en la
Orden, pero la rechazó decididamente orando a Dios así: ¡“Ho Dios, te me haz
hecho salir del convento en el cual yo era tan feliz y al menos, un poco útil,
ahora guíame como quieras!”. Se acordó del consejo de la madre Drane: “Hija
mía, nunca hacia atrás, siempre ve hacia delante... No te rindas nunca...”
Primero a darse cuenta de
la novedad –Madre Teresa- y a correrle al encuentro con tanta alegría y espera,
como siempre, eran los niños, los jóvenes, las muchachas de la escuela. Niños
pobres, pobrísimos de su maestra –sor Teresa- o como le llamaban su MA, para
acariciarlos, ayudarlos en la vida, hacerla de guía por la calle de Calcuta.
Ella como enseñante, maestra, se sentía ya lista y preparada para este trabajo,
porque lo hacia desde hace veinte años, pero ahora es muy diferente. No esta ya
más el salón, sucio, alguna casa o refugio donde poder reunirse y comenzar la
enseñanza.
Madre Teresa nunca entendía
jamás la escuela solo como una información o formación intelectual, mas bien
como una educación integral para la vida. ¡Ahora ella debía aprender, y en el
mismo tiempo hacer, enseñar esta escuela para la vida, comenzando de la nada o
de todo. De nada, porque verdaderamente no era nadie salvo ella, que con tanto
amor estaba ahí en medio a estos niños pobrísimos! Todo porqué soñaba enseñar
todo a ellos, comenzando de las cosas mas prácticas y útiles, importantes para
la vida.
Libera de todo y de todos,
no tiene ya nada, se ha compenetrado con la gente más pobre, para ser su
enseñante, maestra, madre, todo. Comenzó con niños pobres, cercano a un
estanque, lavándolos, enseñándoles como se necesita mantener la higiene y todo
lo demás.
He aquí como recuerda ella
la primera escuela: “Limpiaba los niños que estaban siempre sucios. Muchos
fueron lavados por primera vez en su vida. Les enseñaba la higiene, la
urbanidad, la religión y a leer. La tierra era mi pizarrón. Todos los niños estaban
contentos. Al inicio eran solo cinco, después el número aumentó. Aquellos que
venían regularmente recibían un jabón como premio por su asiduidad. A mediodía
se repartía leche. Hoy en aquel lugar existe una escuela moderna con más de
cinco mil niños... Esta es verdaderamente la mano de Dios”.
La gente se daba cuenta que
algo grande estaba sucediendo en medio de ellos, que había una novedad
absoluta, una religiosa blanca que casi día y noche esta en medio de ellos,
ayuda, ama a sus niños, a sus familias. El medio más conveniente y más fácil
para conquistar el corazón de los padres es el amor hacia sus hijos. Las
alumnas que había educado por veinte años, sobre todo aquellas de la escuela de
St. Mary’s di Entaily, son las primeras en observar a su maestra en medio a
ellas, junto con ellas; las primeras en acercarse, para ayudarla en el
trabajo-servicio por los pobres; las primeras en sentirse profundamente
tocadas, atraídas a ser como ella, con ella, por una vida para la vida, para
ser totalmente dedicadas a Dios y al prójimo. En la casa de la familia Gomes,
Madre Teresa encontró hospitalidad en una cuartucho muy pobre. Pero es ya
tanto, porque ella a experimentado cuanta gente vive y muere en la calle de
Calcuta o en los alrededores. ¿Dónde están las demás calles de las otras
ciudades, las calles de la India, del mundo, donde la gente
vive-sufre-espera-muere?
Las muchachas le piden como
o que cosa quisiera hacer. Ella quisiera hacer tantas cosas, pero en una
palabra si pudiera diría así: llevar el amor de Cristo a los que sufren,
consolar su sufrimiento compartiéndola, ser, llegar a ser, y permanecer la
madre del amor para todos. Es inútil hablar, explicar o buscar de convencer a
las muchachas con estos grandes proyectos... Es necesario dar testimonio, demostrar,
tocar con el corazón-amor a los pobres, los abandonados, los leprosos, pero
también a todos los demás, la gente sana y rica, porque solo así todos juntos
podemos y debemos hacer algo de bello por Dios.
El primer don del cielo es
Shabashini Dash, una muchacha rica, buena, llena de espíritu y voluntad de
hacer y actuar... Como Madre Teresa también ella había luchado anteriormente
con Dios por algún tiempo, y finalmente había decidido: “¡Me asociaré a Madre
Teresa para ayudar a los demás!”. Es posible, piensa Madre Teresa, y le hace
ver las propias manos, el vestido, la habitación, para decirle: “¿¡Hija mía, no
se puede servir, ayudar a los pobres en este modo!?”. Pero Shabashini esta
convencida. Le dice: “¡Voy a quitarme estos vestidos míos y ornamentos, y
después vengo!”. La Madre le responde: “No, por el momento no, vienes más
tarde, para la fiesta de San José”.
La muchacha le dijo: “Está
bien”, y regresó a casa. Exactamente para la fiesta de San José regresó de
nuevo, esta vez vestida con el sari sencillo y dijo a Madre Teresa: “¡No me
digas que no, te ruego, vine definitivamente y me quedaré contigo!”. Viendo
decidida a la muchacha, después de haber reflexionado y orado, con amor le
dijo: “Sí, hija mía, quédate conmigo y que Dios nos ayude en Su Obra”.
Las reflexiones y la
oración van unidas en la vida de Madre Teresa, porque solo con la oración Dios
da la fuerza de resistir hasta el fondo, de donarse totalmente, de aceptar los
caminos del Señor.
Esta muchacha tenía todas
las posibilidades de llegar a ser una colaboradora válida: era sana, tenía un
alma muy sensible para los pobres, una inclinación por la vida espiritual, un
espíritu alegre y tanto pero tanto deseo de sacrificarse para toda la vida.
Respetando a Madre Teresa, tomó el nombre de Agnese, que es el segundo nombre
de bautismo de Ganxhe Bojaxhiu.
Pronto el camino de
Shabashi la tomaron también otras muchachas, las alumnas de Madre Teresa, con
gran arrojo y dedicación. La obra así no era más “suya”, pero poco a poco
llegaba a ser la obra de Dios, porque “el signo de que Dios no quiere y nos
sostiene son las vocaciones”, decía Madre Teresa. Las vocaciones venían
continuamente, y querían a toda costa quedarse con ella, ser como ella. Es el
amor de Dios que llama, empuja y atrae la juventud, las almas generosas, y
después esta también el ejemplo y la vida de Madre Teresa, que se convierte
rápido para muchas muchachas una provocación y un reto.
Si una religiosa blanca,
extranjera, esta en grado de donarse totalmente para el servicio de nuestra
gente, también nosotros podemos y debemos hacer algo por ella. Madre Teresa en
noviembre de 1949 escribe a casa así: “Ahora somos cinco. Oren mucho a fin de
que nuestra comunidad crezca en santidad y número, si esta es la voluntad de
Dios. ¡Hay tanto que hacer!...”. Después el número crecía, tanto que en 1950
eran siete, y hacia el final del año diez.
Con las primeras vocaciones
el trabajo misionero podía aumentar, las necesidades eran tantas, la escuela,
los pobres, los moribundos, los leprosos... Pero se necesitaba ir despacio,
porque las vocaciones estaban en gran “riesgo”, como también trabajar, trabajar
con gran entusiasmo, crear nuevas estructuras. “El trabajo, los servicios, el
amor en acción sí, pero solo si es verdaderamente de la fe, de la oración, se debe
servir a Dios en el prójimo, de otro modo nosotros llegamos a ser simplemente
trabajadores sociales, como tantos otros. Y esto sería nuestro “fin” dice Madre
Teresa.
Necesitaba educar estas
muchachas para una vida religiosa, para los votos, inspirándoles a actuar, sí,
pero no lanzadas solamente de su buena voluntad, mas bien de Dios. Así tuvo
inicio el primer noviciado. Madre Teresa tenía ya en mente las reglas de la
futura comunidad: tuvieron que adaptarse a las preguntas de la autoridad de la
Iglesia, a las necesidades de la gente, a las posibilidades delas jóvenes que
Dios le había mandado. El suceso era evidente, así ya en 1959, con las
recomendaciones de Mons. Ferdinand Pereira, Roma aprobó la constitución de la
nueva comunidad religiosa. Esto fue el día 7 de octubre de 1950.
Además de los votos
religiosos clásicos, que tienen todas las congregaciones religiosas:
obediencia, pobreza y castidad, Madre Teresa añade un cuarto voto: servir
gratuitamente y con amor los más pobres entre los más pobres. ¿Porqué? Madre
Teresa responde así: “Los pobres lo son no porque ellos quieren serlo, mas bien
porque son forzados a ser pobres. Nosotros en cambio queremos ser pobres, como
ellos, para dar testimonio a ellos, como también a los demás, que Dios es amor.
Por eso la pobreza es nuestra fuerza interior de servir y amar a Dios en los
pobres”.
Dos experiencias humanas
suficientemente comunes para la gente de Calcuta y alrededores tocaban el
corazón de Madre Teresa: la enfermedad y la pobreza. Ella no podía hacer más personalmente
hacer algo por ellos. Necesitaba crear estructuras de base, sensibilizar a la
gente, la opinión pública, porque Cristo abiertamente estaba de la parte de los
pobres y enfermos y les amaba en modo particular. Más bien, el se identificó
con ellos, por lo tanto necesitaba descubrir, servir y amar a Cristo en los
pobres.
Es la lógica del Evangelio,
del amor en acción, como ama tanto repetir Madre Teresa. Como religiosa de
Loreto ha visto la gran miseria de la gente, primero mediante el trabajo de enfermera,
después particularmente a través de la escuela, los niños, las muchachas y sus
familias. La pobreza es grande, grandísima “tanto que esta pesa mucho a los
pobres... Solo ahora alcanzo a comprender mejor como sufren en el cuerpo y en
el alma los pobres cuando buscan consuelo, ayuda y apoyo...”
Madre Teresa llegó a una
conclusión que puede parecer un poco extraña: para ayudar a los pobres, se
necesita ser pobre, tener la experiencia de la pobreza, probar, vivir, entender
la pobreza, y como consecuencia actuar, con amor, por amor. Parece absurdo que
las pobres religiosas ayudan a la pobre gente. ¡Pero es verdad! Es una
“contradicción” de nuestro tiempo que tiene en Madre Teresa una gran maestra y
testimonio. Madre Teresa comía aquello que comían sus pobres, dormía en la
tierra como ellos, se vestía como ellos,...
Otro aspecto original de la
pobreza que ha descubierto y valorizado Madre Tersa, y es esto: la pobre gente
es mucho más rica espiritualmente, humanamente, porque le sufrimiento les hace
madurar, ser más humanos, más sensibles a los demás. Madre Teresa dice así:
“Nuestra gente aunque si es pobrísima, vive y sobretodo muere contenta, esa es
la libertad. En estos está la felicidad, son agradecidos por todo, muy
sensibles, tan buenos. Una vez llevé un poco de arroz a una familia pobrísima.
Rápido la madre de cuatro niños salió fuera de la casa. Después de algún
momento regresa. Yo le pregunté: ¿Adónde fuiste? Y ella me dijo: Madre buena,
cerca de nosotros hay una familia musulmana. Son pobrísimos, mueren de hambre,
y yo fui a llevarle también a ellos un poco de alimento, arroz. Ella y su
familia eran hindúes. Vean la generosidad y el altruismo de los pobres...”
Los pobres son los
protagonistas verdaderos de la vida y de las obras de Madre Teresa y de las
religiosas, pero son también el punto de interés indicado a todo el mundo y a
nosotros. Madre Teresa dice: “¡Se necesita que cada hombre tenga alimento,
medicamento; La posibilidad de cuidarse, pero sobre todo amor. La mayor
injusticia en comparación de los pobres
es no respetarlos, el desprecio... Solo cuando los ricos comiencen a compartir
sus riquezas con los pobres, solo ahora serán también ellos felices y serenos.
Dios no ha creado la pobreza, hemos sido nosotros, a crearla. Delante de Dios
somos todos pobres!”
La vida va siempre hacia
delante, así como va adelante la historia de Madre Teresa y de las “Misioneras
de la Caridad”, o todavía mejor la historia de amor de Dios para los hombres,
que esta vez tiene como protagonista los niños abandonados y huérfanos. Este
era uno de los problemas más dramáticos para la población pobre: seguido al
lado de los padres semimuertos, que asemejaban más a los miserables o a las
sombras-hueso del hombre, estaban también los niños abandonados, muertos, o en
agonía. Madre Teresa”ve” y “reconoce” en estos niños al Niño Jesús, también él
rechazado por todos, nacido en la gruta de Belén... La historia se repite.
Abrí una casa nueva, esta
vez para estoas criaturas amenazadas, en peligro de vida: la “Casa del niño
abandonado”. Esta casa fue abierta en 1955. Muchos niños en fin han muerto,
otros están en fin de vida, pero Madre Teresa ordena de llevarlos igualmente a
la “Casa del niño abandonado” y de hacer todo lo posible por ellos. Aquellos
que sobreviven y sanan, han encontrado en Madre Teresa una nueva madre, casa,
familia, acogida, amor, comunidad hasta la adolescencia, hasta cuando estarán
en grado de trabajar y crearse la propia familia. Muchos vienen adoptados por
las familias ricas en varias partes del mundo.
De esta manera el gozo es
doble: para estos niños desafortunados y para las familias que les adoptan,
pero diré sobretodo para Madre Teresa, la cual es el puente de nuevos vínculos,
amistades para poder salvarse y hacer felices tantos niños. Las religiosas
seguido encuentran en los deshechos, por la calle, sobre las aceras o en otros
lugares insólitos también niños recién nacidos en final de vida, lo toma, lo
abraza con mucho amor llevándolo cercano a su corazón, y dice: “Vean, en este
niño todavía hay vida. Ningún hombre del mundo tiene derecho de cortarle a
alguien la vida, porque es don de
Dios”.
La obra a favor de los
niños abandonados y huérfanos progresaba cada vez más, sea por el número de los
niños, sea por la diversidad de los problemas: niños enfermos, niños
sordo-mudos, ciegos, niños discapacitados físicamente o síquicamente... Así
nacían varias ramas de la “Casa del niño abandonado”.
Otro período de pobreza
sobre el cual Madre Teresa ha querido considerar es aquel de los moribundos
abandonados en las calles. ¡Vivir y morir en la calle. Que destino, que
tristeza, que contradicción, que absurdo, que injusticia, que vergüenza para
todos nosotros!
A Calcuta y en los alrededores,
como también en varias partes de la India, y de tantos pueblos pobres del
mundo, todavía hoy es casi una situación “normal”, cotidiana, una realidad
cruel que no “preocupa” casi a ninguno. Madre Teresa lo sabe, los ha visto
caminando por las calles de Calcuta, yendo a la escuela. Ella no puede y no
quiere aceptar esta fatalidad, quedarse solo de conocimiento, compasión, y ya.
Su destino llega a ser cada vez más el suyo... Entre la gente pobre, enferma,
hay siempre más moribundos, los cuales no han “probado” la vida, el amor, el
cuidado humano, el taque, la caricia, el contacto humano. Madre Teresa decide
que también para ellos debería hacer algo.
La obra para los moribundos
tuvo inicio así: Madre Teresa estaba en búsqueda de los pobres enfermos, cuando
por la calle encontró un hombre moribundo, que apenas daba signos de vida.
Yacía en los deshechos en fin de vida. Todavía movía los ojos, los labios
susurraban: ¡“Ayúdame, estoy muriendo!¡No tengo a nadie!”. Buscaba de moverse,
pero ahora estaba tan débil que no podía más. Era el año de 1952.
Oigamos el relato dramático
de la voz de Madre Teresa:
“Un día encontré un hombre
moribundo en los deshechos, no lejano del hospital Campbell, cercano a nuestra
casa. Yo fui a rogar que lo recibieran en el hospital. Inútilmente. Para él no
había lugar. Fuimos a la farmacia a comprar de los medicamentos, pero cuando
regresamos ya había muerto... Estaba tan conmovida y triste. Entonces me dije
así: Tienen más cuidado por los perros y los gatos que por los seres humanos.
Después fui a protestar a las autoridades municipales...”
No se detuvo ahí, protestó
también en el hospital, y dijo a las autoridades estatales así: “Si no tienen
cuidado o no quieren cuidar de esta
gente que muere en la calle, entonces encuéntrenme un lugar donde yo podré
arreglarlo y tendré el cuidado...”
Le dieron una indicación
bien precisa, pero un poco complicada y peligrosa. En barrio de Kalighat, que
es un poco el “Vaticano de Roma” para la ciudad de Calcuta, el centro religioso
para los hindúes: el famoso y bellísimo templo de la diosa Kalí. Alrededor del
templo había tantos edificios, y un complejo en construcción para el comercio,
para el baño santo y para tantas otras actividades. Allí estaba también un gran
edificio para los peregrinos, que después de las oraciones y los diferentes
ritos religiosos, se reposaban. El funcionario estatal junto con Madre Teresa
fue al lugar y le hizo ver esta casa, pidiéndole si la quisiera tomar y
utilizar para los moribundos. Madre Teresa aceptó enseguida y con mucha
gratitud. Dentro veinticuatro horas la casa nueva estuvo llena de muchos
moribundos.
Pero he aquí que surge una
nueva dificultad: los sacerdotes de la diosa Kalí, y muchos fieles hindúes,
después de haber visto “profanar” su lugar sacro, sin poner cuidado a las
castas, a la religión, a tantas otras diferencias, se acercaron todos al lugar,
enfurecidos contra Madre Teresa. Ella al contrario tranquilamente ayudaba,
limpiaba, cuidaba, amaba, servía... Llegando fueron con Madre Teresa, para
pedirle como es que vino propiamente ahí con esa gente. Después de haber oído
que estaban las autoridades estatales a darles esta “casa para los moribundos”,
protestaron enérgicamente a éstos, buscando así de provocar un conflicto grave
de carácter religioso.
Un funcionario les promete
que había hecho todo lo posible para expulsar a esta “mujer blanca” que no
respetaba sus tradiciones religiosas y las tribus. Y lo hizo seriamente. Fue
enojado a verificar al lugar el “derecho de la profanación”. Entrando en un gran
salón se encontró con una escena jamás vista: ¡había un centenar de hombres y
mujeres tendidos, en fin de vida, y Madre Teresa con su religiosas, sin poner
cuidado a nadie, como un ángel, buscaba de estar cercana a todos, de hacer todo
lo posible ara salvarlos, si esto no fuera posible, al menos de hacerlos morir
en paz, con dignidad humana! El funcionario se conmovió. Llamó a Madre Teresa y
le dijo así: “¡Felicidades, Madre buena! Usted es verdaderamente la diosa viva
–Kalí, el ángel del consuelo. Continúe así. Le deseo mucha suerte y mucho
éxito. ¡Dios la ayude!”.
Saliendo afuera, conmovido
y enojado, casi llorando dijo a los sacerdotes de la diosa Kalí, a los fieles,
y a los periodistas reunidos ahí: “¡Si, yo verdaderamente prometí de sacar a esta mujer, y mantengo mi
compromiso; Escuchen bien esto que les digo: Antes de esto se necesita que sus
madres, hermanas y ustedes mismos vengan a hacer aquello que realizan estas
religiosas. En el templo tienen una diosa de piedra negra y aquí hay una diosa
viva!”
Viendo la bondad, la
generosidad la dedicación extraordinaria para con los moribundos, la población
poco a poco aceptó esta casa. Así hicieron también los sacerdotes de la diosa
Kalí, los cuales no solo no se opusieron más a esta obra, sino que buscaron de
todos los modos posibles para sostenerla y ayudarla. La obra tuvo su inicio el
22 de agosto de 1952, cuando las “misioneras de la caridad” eran solamente 28
religiosas y estaban hospedados en la casa del señor Gomes.
Madre Teresa en 1986 relató
este hecho: “La Casa del Corazón Puro (así se le llamó a la casa de los
moribundos) es para muchos el
“purgatorio”; el paso a la casa del Padre. Hasta hoy han pasado más de 60,000 hombres y mujeres, 30,000 han muerto
ahí en paz, otros han sanado.
He aquí otro ejemplo
típico: Un día encontré un hombre en una alcantarilla. Todo el cuerpo era una
gran llaga. Las ratas se lo había casi “devorado”. Lo llevé a nuestra casa para
los moribundos. ¿Sabes que me dijo aquel hombre? Dijo así: He vivido todos
estos años como un animal en la calle. Ahora moriré como un ángel, rodeado de
amor y de cuidado. No podré nunca olvidar sus palabras, pero sobretodo su cara
tranquila y sonriente. Tres horas después murió como un ángel”.
Las religiosas cada mañana
iban por las calles buscando y recogiendo los moribundos. La gente primero les
observaba con menosprecio, quizá con un poco de miedo; después nace una
colaboración y una ayuda recíproca. La población, si veía o encontraba alguien
en la calle, lo llevaba de la Madre Teresa o bien les decían a las religiosas
el lugar donde yacía y ayudaba a llevarlo a la “casa de los moribundos”.
Entre muchos colaboradores
había tantos jóvenes, muchachos, muchas, un poco todos. El trabajo era muy
difícil, requería una gran fe, amor, pero también fuerza física, porque al
inicio, no teniendo casi ningún medio técnico, llevaban a los moribundos sobre
las espaldas, o en cualquier carreta que debían jalar.
En 1969 Madre Teresa fundó
la rama masculina “Misioneros de la caridad” que en gran parte hoy desempeñan
este trabajo. Ya en 1969 las “Misioneras de la Caridad” tenían abierto 15 casas
para los moribundos, 12 en India y 3 afuera. Cada año el número de las casas
crece, pero crece también la experiencia del trabajo, el amor y la acogida para
un pasaje feliz a la eternidad.
He aquí que narra Madre
Teresa; “con algunas de nuestras religiosas estábamos yendo para el Congreso
Eucarístico. Por el camino noté dos seres humanos en fin de vida: un hombre y
una mujer. Me detuve. Dije a las religiosas: ustedes vayan al Congreso
Eucarístico, yo en cambio me detengo aquí a asistirlos. Los tome y los llevé a
nuestra casa de los moribundos. Muchos se enojaron conmigo porque no fui aquel
día al Congreso Eucarístico. Yo dije simplemente así: partí para adorar a Jesús
bajo la especie del pan y lo encontré por el camino bajo la especie del
moribundo. Me detuve, y lo adore expresándole todo mi amor...”
Esta obra de Madre Teresa
tiene un valor profundo humano, pero sobretodo “cristiano”: dar sentido y
significado a la vida ya, humanamente hablando, fallido, desesperada, renovada,
y recuperar “in extremis”, como hizo Jesús sobre la cruz con el ladrón
arrepentido, esta gente que en la vida no ha conocido otro que la miseria, el
hambre, la sed, el dolor, el camino... Demostrar, testimoniar, hacer vivir a
esta gente el amor de Dios propio en estos momentos dramáticos, y asegurarles
que les espera el buen Dios Padre, la gloria en la eternidad, sin ninguna
distinción religiosa, hacerles esperar y morir en paz... He aquí que provoca
esta cercanía, testimonio, amor: Una mujer esta en fin de vida. Viéndola así
servir, amar, limpiar, abrazar, hace esta pregunta a Madre Teresa: “¿Pero tú
porqué lo haces?”. Madre Teresa responde; ¡“Porqué te quiero, porqué Dios te
ama!”. Y ella, toda feliz, le dijo: “Dilo otra vez, porque es la primera vez en mi vida que oigo estas
palabras”. Madre Teresa comenta así: “Y murió completamente feliz, en paz pasó
a la eternidad, se fue a la Casa del Padre”.
Más allá que los niños, los
enfermos, los moribundos se dedicó también a los leprosos, a los incapacitados
en los últimos períodos a los enfermos de SIDA,... su vida fue una vida llena
hasta el último recurso hacia todos aquellos que representaban la “pobreza
humana”. Pero en esta pobreza Madre Teresa colocaba también muchos males de
nuestra sociedad industrializada: droga, alcoholismo, soledad, falta de fe y de
los valores cristianos,... Era particularmente sensible al problema del aborto,
en muchas ocasiones públicas tuvo manera de expresar su disentimiento y su pensamiento:
“Hoy el gran peligro por la paz es el aborto, la matanza del niño todavía no
nacido; de hecho, si podemos suprimir la vida donada de Dios, si la madre puede
verdugo del propio hijo, ¿qué podemos decir de todos los asesinos del mundo?
Por esto el homicidio se multiplica cada vez más”.
En este su proyecto de vida
Madre Teresa ha querido superar siempre muchas dificultades; seguramente lo más
difícil han sido las envidias, las calumnias, las palabras no mantenidas, la
estupidez, la perfidia,... que, como todos aquellos, que quieren “construir” en
la sociedad deben diariamente enfrentar. Pero ella fundaba su fuerza en el
Evangelio así que nada la detenía, ni la interrumpía. En la Casa de los Niños
por ella fundada a Calcuta, sobre un muro, con gran evidencia, desata este
texto: El hombre es irracional, ilógico, egocéntrico; NO IMPORTA, AMALO. Si
haces el bien, te atribuirán fines egoístas; NO IMPORTA, HAZ EL BIEN. Si
realizas tus objetivos, encontrarás falsos amigos y verdaderos enemigos; NO
IMPORTA, REALIZALOS. La honestidad y la sinceridad te hacen vulnerable; NO
IMPORTA, SE SINCERO Y HONESTO. Aquello que por años has constituido puede ser
destruido en un momento; NO IMPORTA, AYUDALA. Da al mundo lo mejor de ti, y te
tomarán a patadas; NO IMPORTA, DA LO MEJOR DE TI.
Madre Teresa ha buscado siempre de implicar tanta gente porque que hicieran algo de bello por Dios. Las necesidades son tantas, y necesita educar la gente para hacer del bien, tener un corazón abierto por el sufrimiento humano, estar cercano a aquellos que tienen necesidad de nuestra ayuda.
Por eso pensó y fundó
varias ramas de su Congregación:
·
“Hermanas Misioneras de la caridad”
·
Hermanos Misioneros dela caridad” (1963) que hoy
están presentes y operantes en varias partes del mundo con casi cerca de 50
casas y centros, bajo la guía del Hermano Andrés, exjesuita, cofundador de la
obra;
·
La asociación internacional “Colaboradores de Madre
Teresa” que aprobó y bendijo en 1969 Papa Pablo VI con mucha gratitud y amor.
Estos ayudan y sostienen espiritualmente y materialmente la obra de Madre
Teresa. Es una asociación internacional laica que busca de vivir el espíritu de
Cristo con aquello de Madre Teresa; tiene un carácter interconfesional. Hoy
ellos son cerca de 100,000 en todo el mundo, buscan de conocer, amar y servir a
los más necesitados.
·
“Misioneras de la Caridad”;
·
“Hermanos de la palabra”.
Madre
Teresa, sobretodo en los últimos períodos, viajaba mucho y mantenía relaciones
con personajes importantes. Recibía seguido tarjetas de visita.
También
ella tenía uno que dejaba a la necesidad con su escrito:
El
fruto del silencio es la oración.
El
fruto de la oración es la fe.
El
fruto de la fe es el amor.
El
fruto del amor es el servicio.
El
fruto del servicio es la paz.